domingo, 6 de noviembre de 2016

Guerra civil española.

Aunque la derecha llevaba conspirando contra la República desde el principio de su proclamación (Sansurjada, 1932), sus planes no se perfilaron hasta diciembre 1935-febrero del 36, cuando, aprovechando la desestabilización del Frente Popular decidieron ejecutar un golpe que a pesar de la ayuda financiera de la oligarquía y de la trama civil de toda la derecha, resultó organizado, diseñado y dirigido totalmente por los generales golpistas, en especial Mola, Sansurjo y Franco. Los conspiradores, que al suponer un levantamiento rápido y exitoso sólo habían previsto la imposición de una dictadura y la destrucción del Estado republicano, se encontraron a su favor las facilidades dadas por el propio Presidente del gobierno, Casares Quiroga, quien no adoptó las pertinentes y urgentes medidas para neutralizar dicho levantamiento.
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Sansurjo, Franco y Mola.
Conocidos muy parcialmente los planes de los sublevados e impulsados por los asesinatos del coronel Castillo y de Calvo Sotelo, el 12 de julio, el golpe fue adelantado en Marruecos al 17 de julio por el ejército colonial, que, representando el mayor contingente del ejército y el mejor preparado, lo integraban los legionarios o Tercio, dirigidos por el general Yagüe, y tropas marroquíes lideradas por Franco, quien, ya controlada Canarias por los sublevados se traslada a Marruecos para dirigir el golpe.
Cartel republicano de la guerra civil.
Ante la inexplicable pasividad de Quiroga el día 18 se sublevó Queipo de Llano en Sevilla, controlándola rápidamente y obligando la dimisión del Presidente, sustituido por Martínez Barrio. El día 19 se sublevó Mola en Pamplona e inmediatamente España queda dividida en dos: apoyando a los sublevados; los carlistas por parte de la población civil y los contingentes militares (oficiales, en especial) ubicados en las zonas básicamente agrarias del interior peninsular: Galicia, Castilla-León, Aragón y todas las islas, además de Cádiz y Sevilla. Por otro lado, fieles a la república quedaron el resto de fuerzas militares y la mayoría de las zonas industriales: desde la cornisa cantábrica (salvo Galicia y Álava), Cataluña y Valencia, hasta Castilla-La Mancha, Extremadura, Madrid y la Andalucía oriental.
En definitiva, a pesar de la superioridad económica republicana, los golpistas eran superiores en efectivos militares, y terminaron ganando la guerra. Al contrario de lo que diría Napoleón, esta guerra no se ganó con plata, plata y más plata.
Como consecuencias de este conficto bélico y social resultan, además de la destrucción del sistema democrático republicano, que fue sustituído por un régimen dictatorial 8que anuló el conjunto de libertades y paralizó el desarrollo socio-cultural), las principales consecuencias fueron: se estima un mínimo de 1,2 millones de muertos por ambos banods, muchos republicanos e intelectuales de izquierda se vieron obligados a exiliarse, lo que truncó la Edad de Plata de nuestra cultura, la cruel represión de toda la iquierda y, finalmente, los desastres económicos fueron cuantiosos, derivados tanto de las remesas de oro destinadas a la URSS (por su apoyo a los republicanos) y de los gastos en soldados y materiales bélicos, como de la destrucción de edificos e infraestructuras.

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